Agosto: entre calores, lluvias y temblores
Mientras los gatos se disputan una gata curvilínea a garrazo pelao’ sobre los techos, la oficina se resfría, los estudiantes se latean porque empezaron las clases y las pruebas, los tatas esperan sentados afuera de la calle que lo saque a bailar una señora de negro, los primos chicos terminan por destruir el juguete preciado del día del niño que tanto les costó a sus papis y, todo se pone movido entre calores, lluvias y temblores; uno se pone a pensar cómo se hacen las caritas felices sobre la humedad en los vidrios, habiendo pasado la mitad del año y otra por pasar.
Todo eso que no se hizo, pero que puede ocurrir: como invitar al cine a esa persona como un pretexto para decirle que simplemente te gusta (y qué tanto), como decirle a tu vieja que pare de rabiar y la invitay’ a comer al res peruano que tanto promocionan en la tele, como comprar las entradas de ese grupo insigne que marcó una época de tu vida y gozártelo como nunca, como ponerse en plan de viaje, ahorrar y decirse a recorrer ese destino soñado que parece inalcanzable (pero que en definitiva no lo es). Y, como dice ese dicho tan al cayo: “Voh’ dale”.
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