¿Padeces el síndrome del “eterno viajero”?
Muchas veces pasa que nos pican los pies y nos encantaría agarrar una mochila e ir a recorrer el mundo entero. Qué más rico y emocionante que observar nuevas culturas, estilos de vida diferentes, carretes, comidas, ropa, amistades. Harta cosa atractiva que experimentar.
Eso sí, también te puede suceder que te mudas a algún país por un período más largo de tiempo. Una cosa es vacacionar en un lugar y otra es vivir. Onda, ir a comprar comida, hacerte amigos, trabajar. Sí es que no estás con alguien, tener una pareja. Básicamente, vivir tu vida.
Es ese momento en el que te transformas de un turista cualquiera, con esa ropa outdoor que no te combina, las zapatillas negras con calcetines blancos y el fatídico gorrito (ese gorrito…) a ser un habitante más en ese pedazo de tierra con límites al que llamamos país.
Ahí es cuando comienza algo que en psicología llaman choque cultural. En palabras simples, es el encuentro que se produce entre nuestra cultura chilensis y cualquiera otra. ¿Quieres una empanada de pino? Con suerte pillas un quiche en el super. Le preguntas a alguien sí quiere ir a tomar once a tu departamento y te mira con cara de no entender absolutamente nada. Te quieres tomar un buen vinito y sólo pillas un Gato Negro a 15 lucas.
Finalmente con el tiempo, te adaptas, pero ¿qué pasa cuando vuelves a Chile? Te das cuenta que los recuerdos que tenías son totalmente ajenos a la realidad y tampoco te sientes tan cercano a los chilenos como tanto pensaste cuando estabas lejos.
O sea, no eres ni chicha ni “limoná”, estás entre Tongoy y Los Vilos. Perdiste toda tu identidad. Y te entran esas ganas de volverte a marchar, y lo haces. Y vuelves a construir una vida paralela en otro lugar, y te sigues moviendo por el mundo cual trompo. Y así, poco a poco, te conviertes en un Frankenstein social y viajero, hecho de diversas partes del mundo, pero en ninguna has echado raíces. En ese momento, amigos míos, el síndrome del eterno viajero ha tomado posesión de vuestra alma y cuerpo. No te sentís de ningún lugar y te gustaría construir un mundo hecho de pedacitos de todos los lugares en los que has vivido, pero eso es imposible. Al menos en este mundo cruel y real que nos ha tocado vivir.
Relájate, es muy normal sentirse así, le pasa a todo el mundo. Los psicólogos dicen que es totalmente superable, y al final terminas siendo alguien súper adaptable a nuevos entornos, lo que es algo tremendamente positivo (en la selva los animales sobreviven por su capacidad de adaptarse a los cambios de hábitat).
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